cuentosdeamalgama: 19 de noviembre de 2006

lunes, noviembre 20, 2006

PARA LEER Y PENSAR



EL LINYERA

Hoy mis ojos miran al pasado; me traen recuerdos ingratos, momentos en que vivir era un tormento incesante, del cual solo me abstraía cuando inundaba mi cerebro con medios artificiales que la industria farmacéutica ponía a mi alcance y al de todos los que como yo, no encontraban sentido a vivir la realidad.
Llevaba ya varios días vagando por calles sin nombre, cruzando gente sin rostro en pos de conseguir nada; vegetar, consumir mis días lo mas rápido posible y ante la frustración sumirme nuevamente en el limbo que me ofrecía la droga deseada, cuyos efectos provocaban en mi ilusiones placenteras, me brindaban la realidad que quería ver, que soñaba en mi interior; pero sabia que ese mundo irreal terminaría y volvería la desazón, unida al malestar provocado en mi físico por los barbitúricos. Por ello trataba de nunca salir de ese estado cataléptico, que la diosa droga me suministraba y mi vivir era un constante evadirme y penetrar en el artificio químico que mi cerebro embotado imaginaba.
Veía a las estatuas de las fuentes haciendo el amor sin limites, a los edificios abriendo mil bocas que tragaban gente en su interior, a los insectos crecer en forma desmesurada, dando rugidos leonescos que acobardaban, a las farolas de las calles como cientos de soles que herían mis retinas.
Todo era irreal, todo era posible y para lograrlo llegue hasta la máxima perversión con el fin de obtenerlo. Robe, mate, me prostituí, cometí todos los pecados imaginados con un solo y único fin: conseguir los medios para colocar mi mente en blanco y permitir que el subconsciente elucubrara las mas ingeniosas fantasías.
Estaba postrado en un callejón oscuro, dedicado a consumir mi tiempo divagando, cuando sin saberlo, me sorprendió ver a mi lado a un hombre (o lo que quedaba de el) andrajoso, sucio y maloliente, que llevaba puesto encima todo su vestuario y en sus bolsillos tintineaban botellas. Poseía una larga barba gris y debajo de un gorro que debió ser de lana aparecían largos e hirsutos cabellos pegoteados. Al salir de mi asombro, provocado por la sorpresa ayudada por mi vuelo imaginario, por fin pude escuchar sus palabras; cortas y en un tono tan bajo que me esforcé por escucharlas. Me dijo su nombre y su edad – veinte años menos de lo que aparentaba- que su profesión en años anteriores fue la de juzgar a las personas, que fue una persona distinguida por sus pares y por la sociedad en general, que el ejercicio de la misma le había prodigado prestigio económico y valoración personal, que poseía una familia felizmente formada a la cual dedicaba por entero sus esfuerzos.
Yo dudaba de cada uno de sus argumentos, pero su forma tan mesurada de expresarse, la tranquilidad de sus palabras, despertaba en mí un interés creciente y por ello permití que continuara su relato sin interrupciones.
“ fue por el año 19.. – continuo – cuando cumpliendo con mis tareas de juez, se me presento un caso que por mi dilatada experiencia profesional, podía calificar de resuelto y por ello sin detenerme a revisarlo exhaustivamente y basándome en la única garantía que me daba mi razonamiento, condene a un hombre, padre de familia, acusado de asesinatos múltiples, a la pena capital.
No escuche sus ruegos de clemencia, implorando su inocencia, declamando un complot que lo perjudicaba. Yo era una persona famosa por mi inflexibilidad y se hizo justicia (o lo que en aquel momento de gloria personal, creí que era justicia).
Cumplida la sentencia me dedique a otros casos, borrando de mi mente los anteriores, como era mi costumbre. Pero tiempo después, al juzgar a otra persona acusada de delitos parecidos, obtuve de el una confesión que congelo la sangre en mis venas. El se declaro culpable de delitos aberrantes, de lesa humanidad, los cuales cometía con un sadismo inusual en un ser humano y por algunos de dichos hechos; yo, el perfecto, el único, el ser superior había condenado meses atrás a un inocente a una pena de la cual no hay resarcimiento, ni marcha atrás; la muerte.
Desde ese instante comprendí que dios hay uno solo y que nosotros los mortales solo podemos administrar las leyes divinas- no las que el hombre crea- sin temor a equivocarnos.
Abandone todo, sin miramientos, imponiéndome un castigo de por vida, sufrir tratando de ayudar, hasta lograr la paz final que llegara con mi muerte. Es por ello que me dirijo a ti, que estas sumido en la decadencia moral y te imploro en nombre de dios y el mío, que asumas tu destino y abandones tu transitar sin sentido, fijándote objetivos que te ayudaran a superarte y con ello me permitirás obtener un triunfo personal en mi cruzada. Solo eres culpable de tu debilidad de enfrentar tu existencia, la que te brindara contingencias y logros, pero no desfallezcas y ¡Lucha! Lucha por ti y por mi y por todos los que como tu se sienten malogrados y no perciben que sus sentidos funcionan, que no hay no hay ningún impedimento físico que los inhiba. Ve a un instituto de discapacitados, a un hospital, a un geriátrico y veras como allí muchos seres humanos luchan por vivir sin pensar en que no son perfectos como tu........ Ayúdalos, colabora con ellos, comparte sus emociones y descubrirás como tu desdichada tendrá un rumbo verdadero y la satisfacción personal te inundara como un regalo del cielo”.
De pronto vuelvo a la realidad y mis recuerdos se borran, veo alrededor a personas sonrientes y felices, con defectos, con males que las aquejan, pero igualmente felices, con una voluntad suprema de superarse y llenos de afectos hacia mi persona; algo que nunca tuve, algo que por la gracia de aquel oscuro hombre de mi pasado obtuve y siento una espontánea necesidad de agradecerle, de buscarlo, de ayudarlo, de decirle que su objetivo se cumplió. Y salgo a la calle como un loco a encontrarle, consumo cuadras y cuadras desesperado, tengo que hallarlo y mostrar su obra; hasta que al fin, en un sombrío callejón casi familiar lo veo, acurrucado en su montón de jirones, en una noche helada, quizás pensando en ayudar a alguien como yo. Me acerco lentamente y me arrodillo ante el; esta oscuro, no puedo ver su rostro pero si el brillo de sus ojos bien abiertos. Las palabras brotan como torbellino de mi garganta, le cuento, le explico, le agradezco, le informo de mis proyectos; una inmensa alegría me inunda y quiero compartirla con el; se lo hago saber una y otra vez. Pero el no me contesta; su mirada sigue quieta, como interrogándome; vuelvo a requerirlo y continuo sin respuesta. Acerco mi encendedor a su cara y . . . . . . .sus ojos están bien abiertos y brillan, brillan por efecto de las lagrimas congeladas, su cuerpo también tiene la rigidez que solo la muerte logra y me quedo mirándolo, como buscando una explicación y descubro en su rostro helado, debajo de su sucia barba, como una sonrisa se dibuja y me permite ver sus blancos dientes, de una blancura inmaculada.

[SOLO LA LEY DE DIOS – SER SUPREMO – NOS ABRIRÁ LOS OJOS ANTE
LAS INJUSTICIAS QUE EN SU NOMBRE COMETEMOS]