cuentosdeamalgama: 2006

domingo, noviembre 26, 2006

HOY VUELVO A ESCRIBIR


LUNA


Abro mis ojos, la visión es borrosa, como si hubieran pasado cien años cerrados.
Trato de recordar, ubicarme, reconocer la realidad.
Es una habitación blanca, totalmente blanca. Las luces son tenues pero molestan mis retinas. Hay silencio, un silencio sórdido y frío.......Entonces pienso:
Fue aquel verano de vacaciones que llegué a la villa donde moraban mis tíos abuelos. Iba con disgusto, hubiera preferido pasar aquellos días de descanso
con mis amigos de colegio, en la playa donde todos los años nos juntábamos a cometer abusos. Pero mis padres ya habían decidido mi destino próximo y aquí estaba yo, con mi ligero equipaje, descendiendo del tren luego del agobiante viaje que diez horas antes había iniciado.
Parados como estatuas y con el gesto patético del saludo con la mano en alto, mis tíos esperaban en el andén de la vieja estación. Se aproximaron con la velocidad que sus acumulados años les permitían y en un ritual familiar exclusivo, con discursos, abrazos y besos incluidos, me recogieron e iniciamos el camino a su morada.
La casa, añeja como ellos, pero bien conservada, todavía mantenía el señorío de épocas gloriosas. Sus jardines lucían impecables, cuidados y con un toque de distinción. Al entrar me sorprendió el interior, sobrio, con decoraciones pequeñas pero emotivas. Se podía plasmar la calidez del lugar en un solo pantallazo visual.
Me agradó, pero me cuide de no expresarlo, solo hice los agradecimientos formales que el rigor exige.
Luego de mostrarme la habitación e invitarme a un baño reparador, me informaron que en dos horas una cena especial en mi honor me esperaba. Debajo de la ducha dejé que mi cerebro hilvanara toda clase de elucubraciones. Algo que motivara mi existencia durante los próximos dos meses que duraría mi obligado retiro. Pero todas las fantasías imaginadas se desvanecían al volver a la realidad y advertir que en aquel pueblo olvidado en el tiempo poco y nada podía interesarme. ¡O eso creía. !
Llegado el momento, bajé de mi habitación hacia el comedor luciendo ropa limpia y todo lo presentable que un joven de veinte años consideraba acorde.
Al final de la escalera mis tíos esperaban mi llegada con rigurosa formalidad y acompañándome con delicadeza, fuimos hacia la enorme mesa que reinaba en el centro de la sala.
Lo que allí encontré no estaba ni remotamente en mi imaginación veinteañera. No me refiero a la excelente disposición de la vajilla, ni a la exquisita mantelería, ni siquiera a la gran fuente en la cual un pavo dorado reposaba escoltado por guarniciones exquisitas a la vista y al olfato. No, nada de eso. Mis ojos se congelaron al verla, allí, en el extremo opuesto de la mesa, nívea, con una sonrisa angelical en el rostro. Con el cabello brillante que en grandes bucles le caía como cascada sobre sus hombros desnudos. Su mirada luminosa del color del mar me penetró hasta los huesos y devolví la atención recorriéndola de pies a cabeza, como absorbiendo el espíritu de una obra de arte.
Fueron minutos de contemplación, debajo de su vestido de hada pude adivinar su exquisito y torneado cuerpo. Nada evidente, pero expuesto a la imaginación ardiente de quien como yo, había perdido la noción del tiempo y el lugar. Sus senos, pequeños pero turgentes, asomaban tímidamente del encaje y un crucifijo reposaba sobre ellos, causando mi envidia en un sacrílego pensamiento.
Su delicado brazo de tersa y rosada piel se extendió, alcanzando una pequeña mano de finos dedos hacia mí y con una voz dulce como canto de sirena, murmuró mi nombre y el encanto del momento se coronó al sentir la tibieza de esa mano aprisionada por la mía, en un saludo que aceleró mi corazón desbocado.
Fue un instante único, que marcó en mi corazón una huella indeleble y formó en mi cerebro una idea, un deseo irrefrenable, una obsesión ciega de conseguir que ella deseara a mi persona como yo, que al momento de conocerla ya la había convertido en mi única meta.
Mi tío advirtió el fuego de mi mirada y con diplomacia nos apartó luego de las presentaciones.
Ocupé un extremo de la mesa, contiguo a ella, sintiendo como su halo mágico me tocaba y despertaba mis instintos en lo más recóndito de mi ser.
Fue una noche inigualable, no recuerdo de que conversé con mis anfitriones, ni siquiera recuerdo si la comida me satisfizo. Ella, solo ella ocupó y ocupa mi mente desde su aparición en mi vida, que a partir de ese momento cobró sentido.
Casi no dormí, pese al cansancio del viaje, esperando el nuevo día con la sola motivación de volver a verla. Bajé a desayunar y mi tía se esforzó por satisfacerme y hacerme sentir bien. Estábamos solos los dos y compartimos minutos eternos, amenizando con recuerdos que ella rememoraba como ilustrándome del pasado. Transcurrió la tertulia y la pregunta obligada se volvía incontenible en mi garganta y no soporté más el deseo reprimido. La inquirí por Luna – un nombre que no merecía, porque era un sol que brillaba con luz propia- cuestionamiento que mi tía trató de evadir con sutilezas, pero debido a mi insistencia se rindió a mis exigencias y con voz serena y pausada, con un gran esfuerzo de su parte, me relató lo siguiente:
“Mira Darío; no quiero embargar tus ilusiones, ni amargar tus alegres deseos. Soy una persona adulta y con solo observarte adivino tus propósitos. Pero quiero aunque sea doloroso, sepas la cruel verdad de Luna.”- Hizo una pausa prolongada y su voz pareció quebrada al continuar-
“Carlos- mi marido – y yo, recogimos a Luna cuando tenía apenas cuatro años. Su familia la abandonó en casa del médico del pueblo; el doctor Arroyo y el nos la entregó con la condición que le dedicáramos todo nuestro esfuerzo a esta criatura y nos informó de su condición física precaria, alegando una dolencia incurable. Una terrible enfermedad que consume a diario sus defensas y con una expectativa de vida futura muy remota.
Hemos hecho lo imposible por mantenerla saludable y después de trece años de lucha, sabemos lamentablemente que su vida languidece, que la luz que iluminó nuestras vidas durante todo este tiempo, hoy es apenas un tenue titilar pronto a apagarse.”
Sus ojos se llenaron de lágrimas y rompió en un llanto desolado, aprisionando con sus manos su cabeza como queriendo aplastarla .La mire durante unos minutos sin decir palabra, pero cuando levantó la vista para mirarme, le dije:
“Tía Elvira, comprendo y comparto tu pena, pero anoche cuando conocí a Luna, no me pareció una persona con una enfermedad terminal, sino todo lo contrario, Me dio la imagen de un ángel. Una persona lo mas cercana a una deidad.”
“Sucede querido Darío- me contestó- que las drogas con las que esta medicada provocan en ella una normalidad aparente, pero efímera, solo unas pocas horas que puede abandonar su lecho de enferma y realizar una pequeña caminata. Pero es solo eso, momentos de una aparente y artificial normalidad. No te engañes, Luna tiene esos pequeños recuperos cada vez en menos lapso de tiempo y no debe exigirse a esfuerzos de ninguna naturaleza. Espero que entiendas la situación; no es un capricho, es una exigencia.” –concluyó-
La charla me impactó sobremanera y las palabras por mi tía vertidas provocaron en mí el efecto devastador de la impotencia.
Un gusto amargo, una presión sobre mi garganta agolparon la sangre sobre mis sienes y me sentí como el ser más inútil de la tierra, imposibilitado de cambiar la situación, como mero espectador de la máxima injusticia.
Traté en los días subsiguientes de borrar su presencia de mi mente. Realicé las tareas más inverosímiles, los recorridos más ilógicos, me integré a grupos que ni remotamente cabían en mi idiosincrasia. Pero cada día que pasaba, cada momento que moría, cada segundo que terminaba provocaba en mi un hastío que me embargaba y me sumía en una depresión hasta hace poco impensada. Entonces, una tarde de desolación tuve la determinación y como si fuera lo último que haría en la faz de la tierra; me dirigí hacia su habitación, aprovechando la ausencia de mis tíos y sigilosamente como un ladrón al acecho, giré el picaporte y lentamente entré en su cuarto. Había una luz tenue provocada por una sola lámpara colocada sobre la cama. El efecto de sombra sobre su blanco rostro marcaba loa ángulos de su cara. Dormía. Parecía un ángel, tan tierna, tan lívida, tan dulce en su expresión.
Me acerqué y arrodillándome junto al lecho, me puse a observarla como quien contempla obnubilado un Van Gogh, o un Goya; o un Velásquez, o ……….
De pronto con un sobresalto abrió sus párpados, me miro con sorpresa al principio y luego un brillo paulatino fue encendiendo sus celestes y límpidos ojos.
“Darío-susurró con su acaramelada voz-no puedo creer este milagro. Hace días que sueño con abrir mis ojos y encontrarte, verte allí, contemplándome. Porque eres real, no en mi imaginación enfermiza, no es la ilusión de sentirme mujer aunque sea por un momento, no es el deseo impotente de perderme en el limbo sin sentir y expresar mis sentimientos.”
Descansó un momento en sus palabras, como si hubiera sentido el esfuerzo y tomando mi mano entre las suyas, continuó:
“Sé lo que sientes y no me avergüenza decírtelo, pero hay cosas que los tíos ya deben haberte aclarado y no puedo mentirte. Todo lo que escuchaste sobre mí es cierto; mi vida se apaga y yo lo presiento así, pero no quiero renunciar a mis más puros sentimientos. Es por ello que te pido con el corazón que te quedes y con mi razón que te alejes. Está solo en vos decidir y lo que hagas estará bien, no dudes que siempre te recordaré como lo más importante que me sucedió en mi vida.”
Apreté sus manos como queriendo retenerla, sentí un fuego en mi interior que me encendió y la sangre alborotada en mis venas bullía como magma. Sentí el palpitar galopante de mi corazón retumbar en mi cerebro y la racionalidad que imperaba estalló en deseo. Sin pensarlo y obrando animalmente me encaramé sobre su cuerpo y la miré con deseo y como abeja ávida, libé el néctar de sus labios, con desesperación, con arrebato, con pasión. Sentí su entrega al momento sagrado y sin medir mis actos fui descubriendo su cuerpo, plagándolo de besos y caricias, palpando cada milímetro de su piel con mis labios, sintiendo que mi virilidad se erizaba a cada momento al punto de percibir la temperatura del contacto íntimo que el desnudo nos profería.
Fueron momentos casi divinos y que llegaron al sumun de la pasión cuando me sentí dentro de ella y la excitación del coito nos transformó en etéreos, transportándonos del reino terrenal y elevarnos por el hilo del orgasmo hacia el infinito. No sentía sus uñas clavadas en mi espalda, solo miraba sus ojos cerrados y escuchaba su respiración entrecortada, como queriendo recuperar el aire consumido momentos antes.
Fue entonces que sentí abrirse la puerta de calle y en un gesto espasmódico me separe de ella, que con un gemido de lamento, aborreció la separación de nuestros cuerpos. Ese momento me desesperó, mis tíos estaban de regreso y no quería que me descubrieran en un acto tan comprometedor. Me vestí en un segundo y antes de irme, como un último deseo reprimido, besé su boca profundamente. Ella cerró sus ojos como descansando y la imagen de su rostro enrojecido de placer fue la imagen que llevé conmigo.
El resto del día lo pase vagando por el pueblo. Traté de evitar miradas indiscretas de mis anfitriones y por ello regresé tarde a la noche; luego de la hora de cenar y me dirigí directamente a dormir.
El nuevo día quizás me deparará emociones tan hermosas como las hoy vividas. Recordando ese momento me ganó el sueño.
Cuando bajé a la sala en la mañana siguiente, me encontré con gestos adustos y miradas inquietas por parte de mis tíos. Mi cerebro empezó a imaginar que algo sabrían del encuentro amoroso de Luna y mío. Me sentí algo incómodo y culpable, pero no dije palabra, como si todo estuviera normal. Pero el tío Carlos, con la mesura que acostumbraba rompió la tensión al decirme:
“Querido Darío, no es mi intención inquietarte, pero sucede algo que lamentablemente creí que nunca pasaría. Siempre mi mente supo que la salud de Luna pendía de un hilo muy delgado, pero mi corazón me alentaba en un esperanzador milagro; que algún día por circunstancias equis, mi adorada Luna recuperaría sus deseos de vivir y sus dolencias desaparecerían. Pero ese día nunca llegó y hoy debo darte la penosa noticia que el médico me transmitió ayer tarde cuando vino a verla; difícilmente pase con vida del día de hoy. Si bien se la ve entusiasta y feliz, su salud se resquebrajó de tal forma que ni siquiera puede abandonar su lecho. Algo en ella cambió diametralmente y solo estamos esperando que descanse en paz.”
Me quedé absorto, inmóvil y traté de reaccionar a la infausta noticia escupiendo la verdad, informándoles mi miserable acto de pasión enferma. Pero no, no pude pronunciar palabra, solo sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas y como un niño desconsolado, me aplasté a llorar en un rincón.
Anochecía cuando el médico bajó de la habitación. Un silencio sepulcral invadía la sala. Todas las miradas expectantes acribillaron al galeno, quien con una pasmosa parsimonia nos reunió en el living y dijo: “Creo que por fin la paz ha llegado al corazón de Luna, debo decirles con congoja pero seguro de que es lo mejor, que ella ha dejado de existir y su sufrimiento ha finalizado.”
Siguió hablando, pero solo el eco de sus palabras resonaban en mis tímpanos aturdidos por la noticia. Perdí la noción del tiempo-distancia, me elevé en un vuelo trascendental e imaginario hacia un limbo sub-natural. Todo era irreal e intangible, ningún sonido me devolvía a la realidad y solo una embrionaria idea se forjaba en mi acelerada mente: ¡Acabar con mi vida terrenal! ¡Acoplar mi alma a la suya en el viaje hacia el infinito! Todo era mi culpa y solo redimiría mi angustia interior con una decisión única.
Corrí escaleras arriba como un alienado en busca de la ansiada libertad; pude observar la sorpresa de los demás al verme actuar de esa manera. Llegué hasta la puerta del cuarto, la cual estalló por la violencia de su apertura, me arrodillé ante su cadáver aún tibio y mirándola con pasión, indignación y remordimiento, tomé el cortapapeles que adornaba su tierna mesa de lectura y con una insana decisión, sin dudarlo, lo hundí en mi pecho latente de amargura. Sentí la tibieza de la sangre en mis manos que temblando buscaron las suyas, encontrándolas, aprisionándolas y con un último dejo de voluntad, con el postrer hálito de vida, me encaramé sobre su angelical cuerpo yermo y en mi acto reflejo final; la besé, la besé con la desesperación de quien sabe que su existencia perdura solo ligada al ser amado.
Y allí estuve, estoy y estaré por la eternidad, con ella, por ella, en ella. Por siempre-si hasta siento la dulzura de sus labios-.



COPYRHIGT 2006

lunes, noviembre 20, 2006

PARA LEER Y PENSAR



EL LINYERA

Hoy mis ojos miran al pasado; me traen recuerdos ingratos, momentos en que vivir era un tormento incesante, del cual solo me abstraía cuando inundaba mi cerebro con medios artificiales que la industria farmacéutica ponía a mi alcance y al de todos los que como yo, no encontraban sentido a vivir la realidad.
Llevaba ya varios días vagando por calles sin nombre, cruzando gente sin rostro en pos de conseguir nada; vegetar, consumir mis días lo mas rápido posible y ante la frustración sumirme nuevamente en el limbo que me ofrecía la droga deseada, cuyos efectos provocaban en mi ilusiones placenteras, me brindaban la realidad que quería ver, que soñaba en mi interior; pero sabia que ese mundo irreal terminaría y volvería la desazón, unida al malestar provocado en mi físico por los barbitúricos. Por ello trataba de nunca salir de ese estado cataléptico, que la diosa droga me suministraba y mi vivir era un constante evadirme y penetrar en el artificio químico que mi cerebro embotado imaginaba.
Veía a las estatuas de las fuentes haciendo el amor sin limites, a los edificios abriendo mil bocas que tragaban gente en su interior, a los insectos crecer en forma desmesurada, dando rugidos leonescos que acobardaban, a las farolas de las calles como cientos de soles que herían mis retinas.
Todo era irreal, todo era posible y para lograrlo llegue hasta la máxima perversión con el fin de obtenerlo. Robe, mate, me prostituí, cometí todos los pecados imaginados con un solo y único fin: conseguir los medios para colocar mi mente en blanco y permitir que el subconsciente elucubrara las mas ingeniosas fantasías.
Estaba postrado en un callejón oscuro, dedicado a consumir mi tiempo divagando, cuando sin saberlo, me sorprendió ver a mi lado a un hombre (o lo que quedaba de el) andrajoso, sucio y maloliente, que llevaba puesto encima todo su vestuario y en sus bolsillos tintineaban botellas. Poseía una larga barba gris y debajo de un gorro que debió ser de lana aparecían largos e hirsutos cabellos pegoteados. Al salir de mi asombro, provocado por la sorpresa ayudada por mi vuelo imaginario, por fin pude escuchar sus palabras; cortas y en un tono tan bajo que me esforcé por escucharlas. Me dijo su nombre y su edad – veinte años menos de lo que aparentaba- que su profesión en años anteriores fue la de juzgar a las personas, que fue una persona distinguida por sus pares y por la sociedad en general, que el ejercicio de la misma le había prodigado prestigio económico y valoración personal, que poseía una familia felizmente formada a la cual dedicaba por entero sus esfuerzos.
Yo dudaba de cada uno de sus argumentos, pero su forma tan mesurada de expresarse, la tranquilidad de sus palabras, despertaba en mí un interés creciente y por ello permití que continuara su relato sin interrupciones.
“ fue por el año 19.. – continuo – cuando cumpliendo con mis tareas de juez, se me presento un caso que por mi dilatada experiencia profesional, podía calificar de resuelto y por ello sin detenerme a revisarlo exhaustivamente y basándome en la única garantía que me daba mi razonamiento, condene a un hombre, padre de familia, acusado de asesinatos múltiples, a la pena capital.
No escuche sus ruegos de clemencia, implorando su inocencia, declamando un complot que lo perjudicaba. Yo era una persona famosa por mi inflexibilidad y se hizo justicia (o lo que en aquel momento de gloria personal, creí que era justicia).
Cumplida la sentencia me dedique a otros casos, borrando de mi mente los anteriores, como era mi costumbre. Pero tiempo después, al juzgar a otra persona acusada de delitos parecidos, obtuve de el una confesión que congelo la sangre en mis venas. El se declaro culpable de delitos aberrantes, de lesa humanidad, los cuales cometía con un sadismo inusual en un ser humano y por algunos de dichos hechos; yo, el perfecto, el único, el ser superior había condenado meses atrás a un inocente a una pena de la cual no hay resarcimiento, ni marcha atrás; la muerte.
Desde ese instante comprendí que dios hay uno solo y que nosotros los mortales solo podemos administrar las leyes divinas- no las que el hombre crea- sin temor a equivocarnos.
Abandone todo, sin miramientos, imponiéndome un castigo de por vida, sufrir tratando de ayudar, hasta lograr la paz final que llegara con mi muerte. Es por ello que me dirijo a ti, que estas sumido en la decadencia moral y te imploro en nombre de dios y el mío, que asumas tu destino y abandones tu transitar sin sentido, fijándote objetivos que te ayudaran a superarte y con ello me permitirás obtener un triunfo personal en mi cruzada. Solo eres culpable de tu debilidad de enfrentar tu existencia, la que te brindara contingencias y logros, pero no desfallezcas y ¡Lucha! Lucha por ti y por mi y por todos los que como tu se sienten malogrados y no perciben que sus sentidos funcionan, que no hay no hay ningún impedimento físico que los inhiba. Ve a un instituto de discapacitados, a un hospital, a un geriátrico y veras como allí muchos seres humanos luchan por vivir sin pensar en que no son perfectos como tu........ Ayúdalos, colabora con ellos, comparte sus emociones y descubrirás como tu desdichada tendrá un rumbo verdadero y la satisfacción personal te inundara como un regalo del cielo”.
De pronto vuelvo a la realidad y mis recuerdos se borran, veo alrededor a personas sonrientes y felices, con defectos, con males que las aquejan, pero igualmente felices, con una voluntad suprema de superarse y llenos de afectos hacia mi persona; algo que nunca tuve, algo que por la gracia de aquel oscuro hombre de mi pasado obtuve y siento una espontánea necesidad de agradecerle, de buscarlo, de ayudarlo, de decirle que su objetivo se cumplió. Y salgo a la calle como un loco a encontrarle, consumo cuadras y cuadras desesperado, tengo que hallarlo y mostrar su obra; hasta que al fin, en un sombrío callejón casi familiar lo veo, acurrucado en su montón de jirones, en una noche helada, quizás pensando en ayudar a alguien como yo. Me acerco lentamente y me arrodillo ante el; esta oscuro, no puedo ver su rostro pero si el brillo de sus ojos bien abiertos. Las palabras brotan como torbellino de mi garganta, le cuento, le explico, le agradezco, le informo de mis proyectos; una inmensa alegría me inunda y quiero compartirla con el; se lo hago saber una y otra vez. Pero el no me contesta; su mirada sigue quieta, como interrogándome; vuelvo a requerirlo y continuo sin respuesta. Acerco mi encendedor a su cara y . . . . . . .sus ojos están bien abiertos y brillan, brillan por efecto de las lagrimas congeladas, su cuerpo también tiene la rigidez que solo la muerte logra y me quedo mirándolo, como buscando una explicación y descubro en su rostro helado, debajo de su sucia barba, como una sonrisa se dibuja y me permite ver sus blancos dientes, de una blancura inmaculada.

[SOLO LA LEY DE DIOS – SER SUPREMO – NOS ABRIRÁ LOS OJOS ANTE
LAS INJUSTICIAS QUE EN SU NOMBRE COMETEMOS]

jueves, noviembre 09, 2006

LA FABRICA


Terrazas del Parque era un asentamiento pueblerino, realizado sobre la base de una imponente fábrica, en torno de la cual giraba toda la actividad comercial y de servicios de la pequeña localidad de provincia.
Dicha empresa, fundadora y promotora de toda la vida social en el lugar, había comenzado sus actividades sin prisa y sin pausa, sin estridencias ni grandilocuencias, pero en constante desarrollo y progreso, logrando por ende que el pueblo creciera a su par y correspondientemente la calidad de vida de sus habitantes, más el aumento demográfico de los mismos.
Yo habitaba el lugar hacía muchos años (anteriores a la llegada de la fábrica) mi hábitat era precario, una cabaña de barro, madera y paja cercana al río que me proveía -junto a una pequeña huerta de mi creación- del sustento y agua que la naturaleza gratuitamente me brindaba, por el solo pago de conservarla, cuidarla y convivir pacíficamente con ella.
No preste demasiada atención cuando entonces llegaron las máquinas que realizarían la tarea de construcción del emprendimiento, solamente la silenciosa paz de mi insípida vida interrumpida por el trepidar de los barrenos y palas mecánicas y el incesante devenir de personas creando un murmullo que no permitía escuchar a los pájaros comunicarse entre sí. Pero el tiempo pasó, implacable y las tareas avanzaron más y más hasta que los hasta que los objetivos de la empresa estuvieron realizados y su actividad se hizo incesante, como una burbuja de espuma que crecía sin medida y lo abarcaba todo.
La floreciente empresa, admirada por todos los habitantes, realizaba sus actividades fundamentalmente en el tratamiento químico de minerales, logrando modificar – tecnología nuclear de por medio- la estructura molecular de los mismos y obteniendo aleaciones y subproductos de exquisita calidad y pureza de alto valor comercial, lo que permitía una rentabilidad asombrosa y una capacidad de crecimiento sin límites- ciertamente, era una empresa exitosa y pujante- . Pero el echo de alterar la composición de los elementos que en la naturaleza existen, conlleva también a crear elementos no deseables, producto del desperdicio de dichas alteraciones, los cuales debían ser irremediablemente desechados. Una tubería de diez pulgadas descendía desde lo alto de la fábrica con un destino final, el río, cuyo afluente arrastraba un liquido color plomizo, de textura espesa y olor irritante, que dicha tubería fluía la mayor parte del día, uno tras otro, incesantemente. Yo había notado la ausencia cada vez más notoria de peces y para mi alimentación desandaba río arriba cada vez más lejos con el fin de conseguirlo. La vegetación se hacía cada vez más rala y en partes inexistente y las finas arenas de la costa se oscurecían formando grumos pegajosos sobre los cuales ni los insectos se posaban.
Advertí que la situación se tornaba insoportable, no por lo que a mi afectaba sino por el daño ecológico y ambiental que causaba y cuyos efectos eran impredecibles. Decidí entonces elevar mi queja a los responsables de la empresa y sin miramientos me dirigi a la gran fábrica, esperando conseguir de sus directivos la comprensión del impacto que en la naturaleza causaban y poder revertir con proyectos diferentes la situación planteada. Estaba seguro que personas tan exitosas en los negocios rápidamente lograrían una solución conveniente y devolverían a natura lo que ella gratuitamente les brindaba. Sumido en estos devaneos llegue hasta la impresionante entrada, custodiada por guardias y perros de presa. Me anuncié con insistencia y solo obtuve por parte de los guardias miradas desdeñosas hacia mi persona; mal entrazada por cierto y no necesariamente símbolo de pulcritud, pero que debajo de esta cubierta exterior escondía a un ser humano con motivaciones que pretendía aportar lo suyo a un mundo solidario. Fue inútil, fue en vano mi insistir día a día ante el gigante de acero y concreto, logrando solamente la ira de los empleados testaferros que sin razonar mis palabras me expulsaban una y otra vez hasta agredirme sin razón, por el solo echo de querer explicarme con los encargados de decidir, como si ellos – los serviles- fueran los dueños de la verdad absoluta, conferida por el cargo que transitoriamente ocupaban, pensando eternizarse en el mismo, no razonando que solo eran un numero de legajo en una maquinaria laboral y por lo tanto como los residuos; desechables.
Yo había cesado en mi empeño de comunicarme, pues mi salud se resentía producto de mi alimentación contaminada y estaba pensando en alejarme del lugar, buscar nuevos horizontes, encontrar sitios vírgenes donde recobrar mi intimidad tan ligada a la naturaleza, cuando mi vista observó llegar por el sendero polvoriento a un impresionante auto negro, de esos supermodernos y enormes de clase ejecutiva ( como les dicen). Se detuvo frente a mi estancia y un chofer inmaculado abrió la puerta a una persona que con paso firme de dirigió hacia mi.
“Señor G.: - me dijo- seré concreto pues mi tiempo es oro. Han llegado hasta mi versiones que en nada favorecen la imagen de mi empresa, que es la empresa de todos los habitantes de este lugar y usted no puede desconocer esto. Por lo tanto he decidido por el bien de la misma y de la comunidad toda concederle a Vd. un beneficio económico que lo resarcirá muy convenientemente del daño que Vd. cree le he ocasionado” – concluyó-, extendiendo un sobre del cual sobresalían billetes cuyos colores encendieron de avaricia mis pupilas…..
Han pasado los años, la vida me ha cambiado en forma tal que el hombre económicamente próspero, pero interiormente vacío que hoy soy, solo encuentra regocijo cuando en contadas ocasiones; que mi desenfrenada actividad permite, puedo viajar a mi antiguo solar junto al río y sentarme sobre la estéril tierra a contemplar las ruinas de una impresionante fábrica, rodeada de casuchas semiderruídas, habitadas por alimañas que van y vienen en busca del escaso sustento.
Solo una débil hierba que lucha por crecer justo al oscuro río, despierta en mí una ilusión, la ilusión de recuperar alguna vez el lugar correcto para su madre natural y mi dignidad corrompida, mis ideales que se fueron río abajo navegando en sus sucias aguas.


(LOGRAR EL ÉXITO, LA CIMA DEL TRUINFO, EL PODER, ES TAREA DIFÍCIL PERO NO IMPOSIBLE. LA REALIZACIÓN PERSONAL SIN ALTERAR LOS PRINCIPIOS SOLO LA OBTIENEN LOS ELEGIDOS)

lunes, octubre 30, 2006

LA VENTANA


LA VENTANA

Mi mente es hoy como esas películas desenganchadas y las imágenes pasan en forma rápida y desincronizadamente, una tras otra, reviviendo cada instante, cada momento, cada vivencia con una luz irreal e ininterrumpidamente.
Siempre estuve allí, tras las cortinas, mirando e imaginando como seria allá afuera, deseando percibir el aroma de las flores y sentir como la brisa castiga o deleita nuestra piel; mama siempre me contaba y mi imaginación hacia el resto.
Mis mañanas comenzaban viéndote jugar con otros niños y sonreír y correr con esa frescura que te hacia insuperable. Estabas siempre en movimiento y tus actos denotaban presencia y autoridad, eras sin duda una líder entre tus amigos y yo anhelaba en silencio pertenecer al grupo compartiendo todas tus picaras ideas.
El tiempo mostraba como tu cuerpo y tu mente progresaban, como los años agraciaban tu figura y fortalecían tu intelecto. Ya tus juegos se fueron espaciando y los encuentros amistosos se hicieron mas selectivos (mientras yo observaba como dios te agraciaba, esperando que alguna vez tu mirada se posara en mi ventana) algo se mantenía inalterable, esa sonrisa limpia y amplia era una imagen perenne que te identificaba del resto y lograba hacerte sobresalir como una hermosa flor entre las hojas.
Ya no eras una muchachita hermosa, ya tu imagen torneada mostraba a una joven sin macula, perfecta, decididamente una diosa griega a la que los pares de tu edad idolatraban y veneraban. Tu atracción era tan grande que todo giraba en tu derredor, eras como un sol al cual innumerables planetas orbitaban y cuyo calor los envolvía y sobrecogía con efectos permanentes.
Yo posaba mis dedos sobre el vidrio y contorneaba tu figura; era como sentir el contacto de tu piel que me parecía de seda. Yo era feliz porque eras feliz, yo reía porque tú también reías, yo vivía porque tú aprovechabas cada segundo de tu dichosa vida.
Te veo mujer, espléndidamente femenina, con una manera de proceder tan delicada y sensual que dentro mío siento la sangre alborotarse, tus relaciones ya están definidas y tus amistades no son ocasionales, sino fruto de una añosa selección. Observo con pesar tu afinidad con un hombre de impecable porte, el cual día tras día va forjando ser parte inseparable de la escena de tu vida, poco a poco, logrando en ti nuevas sensaciones que percibo como si irradiaras ondas positivas y yo fuera el receptor indebido, que acapara y atesora todo lo bello de tu ser. Pero no soy el poseedor de tus abrazos,

De tus besos, de tus goces; ni siquiera he tenido suerte con una mirada tuya a mi ventana.
Te veo pasar del brazo de tu pareja con esa sonrisa fija en el rostro, mirando como esos bellos niños que tienes juguetean y te complacen, a ti y a el por igual, dando la sensación de la familia perfecta, la de los libros y las películas, la de las religiones y los eruditos. Eres bella, siempre bella, como si los años te fortalecieran, como si el tiempo dejara en cada huella un toque de distinción. Yo disfruto al verte, como si la felicidad de tus hijos fuera resultado de mi aporte, como si en algo yo hubiera servido al desarrollo y bienestar de tu intimidad. Me miento a mi mismo y me veo como un modelo a imitar, mientras tú desde allí, del exterior, consumes la vida sin percibir que existo.
Dicen que las frutas son mas dulces y sabrosas cuando están en la plenitud de su madurez; algo así ocurre en tu persona, siempre vigente y a la que el transcurso del tiempo forjo como una obra maestra; madura y serena, bella, siempre bella.
Y mis ojos que ya no observan como antes no pierden detalle de todo lo perfecto que lograste, de cómo sigues sonriendo al levantar tus nietos que hoy llegaron a disfrutar de tu compañía inmejorable, de cómo tus vecinos te saludan con afecto al reconocer tu presencia, de cómo agradeces a todo el mundo por brindarte cada peldaño en la escalera de tu existir y no puedes descubrir mi existencia, allí, al otro lado de la calle, tras el vidrio; siempre allí, como enmarcado en mi ventana.
Hoy mis ojos están verdaderamente cansados, me pesan y mi voluntad se desvanece; la vejez no fue para mi un premio, sino un castigo, porque me quita el único contacto que tengo contigo, el único medio que me brinda el poder verte e idolatrarte en silencio. Te veo salir con ese brillante cabello blanco, con andar despacioso pero firme, con tu porte femenino y grácil que las arrugas no lograron alterar. Yo te miro, mis dedos tiemblan cuando recorren el vidrio y me cuesta dibujar tu figura, pero al verte hay como un resplandor en tu mirada que se dirige.......... ¡a mi ¡ ! No puedo creerlo ¡estas sonriendo con ese dulce y adorable rictus que te acompaño siempre.
¡Pero no ¡ ! No puede ser ¡que le pasa a mi ventana que todo se oscurece, todo se vuelve borroso, es como si un postigo la cubriera, se apaga mi mundo, no es posible. ¡Hoy no ¡¡¡¡¡.


[EN UN MUNDO UTÓPICO, LA IMAGINACIÓN ES UNA MENTIRA]
copyright 2004

martes, octubre 17, 2006

OTRO TRISTE 17 DE OCTUBRE


Parece que 61 años no son nada. El tiempo transcurrido no ha servido para nada. Todos los actos devengados por la parafernaria peronista siempre tienen un destino final de violencia e imposiciones elitistas. La imposición de unos sobre otros es una constante latente y la necesidad de sobresalir de unos sectores sobre los demás parece mas importante que el evento mismo.
Cuando la noticia de un supuesto analisis de ADN sobre los restos del ya ajetreado cuerpo del gral.Perón se difundió, la sensación que me inundó era que el gobierno utilizaría esta movida judicial con fines de publicidad al mejor estilo del Goebbels de Hitler. Lamentablemente no estaba equivocado y se utilizó el triste evento con una doble finalidad ( con dos patéticos féretros de por medio ) regando siempre de misterio y segundas intenciones lo simple y razonable del cumplimiento de una resolución judicial- que hasta ahora no tengo información si fue realmente efectuada- solo privó como idea primigénita la" concreción" del último deseo terrenal en su paso a la posteridad del entonces reconvertido general: Terminar su vuelo celestial en la tierra que lo vió nacer, sobre un "túmulo" a lo indígena, sobreelevado del resto de los mortales que simple y ecológicamente abonan la tierra con sus restos. Los deseos póstumos siempren son loables y respetables, pero la utilización politica de los mismos con intereses espúreos por partes de los gobernantes y demás actores de esta tragicómica escena que es la realidad politica argentina; deprime, denosta y hasta exacerba el raciocinio de un pueblo del cual me siento parte y que vé con angustia y dezasón como los valores morales de utilizan como trapo de limpieza de una mesa colmada de mentiras verdaderas.
El devenido orador principal Nestor faltó a la cita programada por la productora Cristina- error de cálculo- ante las violentas manifestaciones de los siempre encaramados seguidores de Moyano y cia. Era razonable, luego vendrán las explicaciones inexplicables del Sr. Presidente desde su foro bien resguardado a preguntas indiscretas via bunker de casa de gobierno ( reducto bien iluminado, con cámaras, microfonos y auditorio acorde).
Triste realidad esta de gobernar con la billetera que llena el pueblo con su sacrificio como si fuera propia. Triste realidad la utilización de echos del pasado en beneficio propio, no respetando a quienes verdaderamente fueron protagonistas de los mismos. Triste, hoy me siento triste, quizás porque nunca compartí el ideario peronista y con justa verguenza ajena me invade la angustia del hombre robado.

EL MOMENTO ANHELADO


EL MOMENTO ANHELADO


Mi niñez fue como la de todo niño de clase media; con altibajos, con alegrías y frustraciones propias de quien depende de un padre empleado, el cual debe acogerse a los avatares que el destino le impone y ofrece lo que el mismo le pone a su alcance. Pero yo era feliz a mi manera, con mis amigos de igual estirpe, con los juegos inventados fruto de la escasez. Eran días de estudio con carencias, con el descubrir cada día un mundo insólito a pesar de las necesidades, tratando incansablemente de aprender cosas novedosas y descubrir lo oculto.
Pero crecí y pronto llegó el momento que durante mi infancia me había emocionado, imaginando siempre como me vería, como sería, que emociones me depararía. ! El servicio militar ¡Y llegó, como todo en esta vida y no cabía en mi cuando el sorteo me favoreció y la posterior revisación médica avaló mi apta condición física. ¡Ya era un soldado! Listo para defender a mi patria y sus intereses, preparado para servirla y deseoso de hacerlo.
Cuando partí con mi contingente al destino que militarmente se me asignó, mi corazón latía aceleradamente, con la emoción y la intriga de estar por fin viviendo “mi momento”.
Llegamos a destino y en tropel descendimos del tren que nos movilizó, con una emotividad propia de los años jóvenes y la alegría de experimentar emociones nuevas. De pronto, como para despertar del sueño idílico, una “instrucción militar” que ablandara nuestros cuerpos civiles; todavía con la ropa limpia que mi madre me había preparado a la partida, nos hizo comprender a mi y a mis pares, el odio inconfeso de una parte de la sociedad hacia la otra; como si no fuéramos un todo, como si la dignidad tendría que perderse o dejarla colgada en el portón de entrada a ese mundo diferente y con claras diferencias con lo mío conocido. Yo entendía que el momento que el país vivía no era el ideal, que imperaba una lucha interna por el poder. Los militares gobernantes mantenían una lucha constante con fuerzas revolucionarias de sentimientos extremos. Todo era lógico, no éramos nuevos servidores de la patria, si un montón de civiloides adoctrinados a una vida inservible y por lo tanto merecíamos un lento y sistemático lavado de cerebro, borrando a fuerza de golpes, insultos y degradación toda huella de alma y solidaridad, formándonos entonces como los profesionales de la guerra que el momento militar imponía. Y lo consiguieron, poco a poco, día tras día-pasaron cinco interminables meses de instrucción- donde aprendimos como vivir con menos de lo imprescindible, como aguantar nuestras necesidades al extremo, como desconfiar hasta del mejor amigo; como robar, beber, prostituirse…..
Hoy soy un hombre nuevo: No tengo ambiciones ni anhelos, no tengo identidad pero si un número identificatorio. Solo llevo una consigna y es destruir, reprimir, acabar con el enemigo y hacia ello voy.
Cuando partimos hacia el monte todo hacía prever tiempos difíciles. Se descontaba un triunfo seguro si la mitad de nosotros volvía con vida, el cálculo matemático no tenía en cuenta el porcentaje que se perdía, no analizaba que vidas humanas se terminaban. Solo era importante el objetivo propuesto, acabar con el enemigo o sea la otra parte en disputa, aunque los mismos hubieran nacido, crecido y fueran parte indivisible del país que nos abrigaba.
Tuvimos muchos enfrentamientos, por lo que matar o no dejar que lo hicieran con uno se hizo moneda corriente, forjándonos una identidad mas parecida a una maquina destructora que a una persona con sentimientos. Día tras día, en un incesante devenir de hechos, nuestro numeroso grupo en principio, fue perdiendo integrantes hasta llegar a un reducido pero “selecto” pelotón, al cual todavía tenía la suerte de pertenecer.
Aquella fue la peor noche, cuando la mayoría dormíamos, de pronto nos vimos envueltos en un infierno de disparos y por la confusión reinante busque refugio en la espesura del monte, sabiendo que al hacerlo podía intentar minimamente salvar mi vida. Pensaba que una vez reagrupados podríamos contraatacar a ese enemigo por el momento invisible. Fueron los momentos mas largos e interminables, la espera se me hizo aterradora; hasta que por fin las detonaciones acabaron y mi corazón comenzó a retomar sus latidos habituales. Con cautela y despaciosamente me acerque al lugar del combate. Al llegar al mismo y a pesar de la oscuridad reinante pude observar una escena que por lo macabra me congeló la sangre; no podía asimilar que uno a uno iba reconociendo los cuerpos de mis hasta hace un momento compañeros. Todos, todos estaban muertos, mutilados, mezclados en un dantesco escenario en que la muerte reinaba orgullosa. Estaba solo……
Los días que pasaron posteriormente fueron una lucha constante por sobrevivir, mi entrenamiento me servía en esa tarea y aunque mis víveres se acabaron, conseguía del monte el sustento que permitía a mis fuerzas renovarse y no desfallecer. Rogaba a cada momento que la lluvia apareciera para libar de las hojas el precioso y vital elemento, pero la misma no llegaba y ya sentía mi saliva espesa, con mi lengua casi pegada al paladar. Empecé a presentir el final y fue entonces cuando sentí un silbido conocido que congeló la sangre en mis venas; eran obuses, obuses disparados contra el enemigo por la fuerzas a las que pertenecía, ellos no tenían en cuenta que estaba vivo. Me acurruque contra unos árboles y esperé el final, convencido del poder destructivo al cual me exponía. Pero no fue así y otra vez mi suerte me brindó otra oportunidad y con mis ya escasas fuerzas traté de continuar mi camino, cuando mi borrosa visión observó aquella cabaña, destruida casi en su totalidad, producto de los bombardeos y a la que llegué con dificultad pero deseando encontrar entre los restos humeantes algo que satisficiera mis necesidades. Entonces la vi, arrodillada junto a los cuerpos de los que alguna vez fueron sus familiares, llorando desconsoladamente en un último intento de atesorar en su desdicha, las vidas ya destruidas por designio de los que por justificar sus fines, no se privan de mutilar la existencia de seres inocentes.
Era casi una niña, su andrajosa vestimenta denotaba la pobreza en que vivía, su piel cobriza revelaba sus raíces autóctonas y me hicieron pensar por un momento en la ingratitud a la que exponíamos a los verdaderos dueños de la tierra. Fue la última imagen que recuerdo, mi fiebre en aumento y la deshidratación colapsaron y un calor intenso subió por mi cuerpo, mi visión se borró y deje de pertenecer al mundo de los concientes……….
Cuando abrí mis ojos ella estaba allí, atendiéndome como lo había hecho durante tres días en que mi coma me hundió en un profundo sueño, del cual no hubiera salido de no mediar su esmerada atención. Las jornadas posteriores permitieron que me repusiera, agua y comida mediante, que ella maravillosamente conseguía y yo trataba de corresponder ofreciéndole afecto y cariño –no siempre sinceros- sabiendo lo útil que me había sido.
No podía entender completamente el porque de su empeño en salvar a un extraño, a un integrante de las fuerzas que habían acabado a su familia, a un intruso en su terruño.
Cuando sentí mi vitalidad recuperada, alentándome a partir, decidí hacérselo saber, pero ella lo tomó con desagrado, con pena; como si no valorara la abnegada tarea que por espacio de varios días ella había realizado, con una devoción samaritana. No era la realidad, yo había aprendido a valorar profundamente sus actos, pero debía imperiosamente regresar a mi puesto de comando a transmitir el incidente. Esas eran mis instrucciones y debía pese a todo cumplirlas y así lo hice…………..
Poco a poco se fue acallando su llanto en cuanto más me interné en la espesura y de la misma manera ese sentimiento de impotencia que me embargaba, se fue diluyendo con la distancia.
Caminé por días, lo sabía por la débil luz solar que atravesaba con dificultad los añosos árboles, dejando atrás la inconmensurable oscuridad, la cual me aterraba y horrorizaba; por lo que había decidido mi descanso en momentos diurnos y llegada la noche desandaba el monte como animal al acecho, con todos los sentidos puestos en el menor movimiento, en el mas ínfimo ruido, en la mas imperceptible brisa.
Aquella noche mis oídos zumbaban y un presentimiento negativo me atormentaba. Durante las horas de luz había sentido un murmullo entre el follaje, como si algo o alguien estuviera allí, merodeando, vigilando o……. esperando.
Sentía el sudor recorrer mi frente y una sensación de pánico me invadía. Es terrible la incertidumbre de no poder ver al enemigo, lo coloca a uno en una desprotección total ante los movimientos que realice. Tenía miedo y eso me alertaba a cualquier ataque. Mientras caminaba esperaba el momento en que intentarían sorprenderme. Estaba atento y listo para enfrentarlos.
De pronto pude divisar un bulto escabulléndose entre los árboles y no lo dudé, disparé como desquiciado hasta acabar el cargador y ocultándome lo mejor posible me dedique a esperar. Fueron minutos eternos y cuando al fin consideré lógico salir, arrastrándome cual reptil, alcancé el lugar que había atacado y pude divisar al enemigo abatido. La oscuridad no me permitía ver con claridad y ante la morbosidad de ver su rostro, encendí una linterna de mi equipo y me acerque a verlo.
Todos los recuerdos de mi infancia pasaron fugazmente por mi mente, aquella ferviente decisión de ser soldado de mi niñez que hoy era realidad. Para que, por que, si solo había conseguido convertirme en un asesino de ………..niños. Era ella, la dulce muchachita que salvó mi vida, la pequeña abnegada que se sacrificó por mí. No podía creer lo que había cometido. Solo un enfermo de resentimiento como yo podría ser ejecutor de tamaña injusticia. Llorando como un niño me arrodillé junto a su cuerpo destrozado por mis balas asesinas. Vi que entre sus manos aprisionaba algo y decidí en mi amargura averiguar que era. Sus dedos crispados por la muerte atesoraban un recuerdo, algo de mí, la chapa identificatoria que siempre llevé en mi cuello y en ese instante noté en falta. Ella, una criatura del monte, alguien sin la educación que yo ostentaba, alguien insignificante a los ojos del mundo, poseía el maravilloso don de perdonar y comprometerse afectivamente con basuras humanas como yo.
Una sensación de opresión aplastó mi pecho. Como un autómata tomé mi fusil, lo cargué despaciosamente, coloqué el cañón del mismo dentro de mi boca y sin mediar pensamiento alguno, oprimí el disparador.




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domingo, octubre 15, 2006

EL BORRACHO



EL BORRACHO

Vivo allí, en ese rincón sucio y maloliente, oscuro e inadvertido, allí soy rey, faraón, magnate y dueño y señor y no rindo cuentas a nadie, no hay relojes ni contratos que cumplir, solo tengo una necesidad, una imperiosa necesidad de conseguir los medios que me permitan obtener ese elixir que refresca mi garganta y pulveriza mi hígado, ese a veces suave, a veces áspero, pero siempre milagroso liquido que me da nuevas fuerzas y me brinda la emoción de vivir en embriaguez, lejos del mundanal ruido, lejos del devenir de la bolsa, lejos de la inflación, del desempleo, de la pobreza social, de la corrupción, de la politiquería barata, de la fastuosa vida burguesa y de todas esas cosas que componen la mal llamada sociedad que nunca fue, ni será igualitaria y justa.
Mi cerebro vive embotado en el alcohol y eso logra cosas que ni el dinero consigue. Ilusiones casi reales; momentos casi vividos; sensaciones casi realizadas, sino fuera por el casi todo seria ideal, solo con unos centavos de alcohol y el milagro se realiza.” Como cuando veía a esas estudiantes salir del colegio pretendiendo ser mujeres, luciendo sus cuerpos jóvenes y firmes, ofreciendo la generosidad de sus contornos en apretadas ropas y las veía llegar a mi sedientas de sexo y experiencias y yo me brindaba, como siempre botella de por medio y con la ayuda de mis manos y mi fantasía era perfecta, mezcla de verdad e ilusión, pero en una conjunción sin errores, sin igual. Como cuando observaba a esas monjas ir de compras por la mañana, con sus atuendos largos y cerrados y sus miradas esquivas. Pero podía atravesar sus pesados géneros con mi inquisidora mirada y verlas así, desnudas, sin su coraza protectora y percibir que son de carne y hueso, con virtudes y defectos, no ángeles inalcanzables y así las deseaba, aun viejas y feas, por el solo echo de ser extrañas a lo imaginado, entonces las llamaba a mi cerebro y comenzaba mi orgía romana con todo el grupo, describirlo seria dantesco, pero todo lo imaginable era posible, aun lo absurdo y mi satisfacción llegaba al sumun del éxtasis”

Pero no todas mis experiencias son dignas de recordar, no todas mis fantasías son perfectas, no todos mis sueños se conjugan en realizaciones exitosas. “como aquella vez que esa niña hermosa, que siempre veía pasar por las tardes, de regreso de su colegio. Yo había aprendido a desearla, a silenciosamente descubrir su intimidad, a formarme la idea que también ella, en su interior, también ansiaba mi presencia, siempre, todas las tardes, como un rito.
Pero esa noche, quizás por una circunstancia extraña, ella regresaba a su domicilio varias horas después de lo acostumbrado y yo a esas horas, por efecto del alcohol consumido ya no podía ni siquiera balbucear palabra. La vi. pasar y en mi interior una extraña sensación despertó, me insuflo fuerzas extraordinarias que me llevaron a seguirla como un poseído, hasta lograr abordarla, haciéndole conocer mis oscuras intenciones, mi impetuoso deseo de conseguir de ella mi satisfacción casi animal, mi inenarrable concepto de cómo conseguir afectos. Mi aturdido cerebro no coordinaba la realidad con la ilusión y en esta mezcla simbiótica de perversión y milagro pude por fin obtener de ella sus favores y sentí por primera vez la indescriptible y formidable sensación de estar dentro de ese cuerpo joven y excitante. Todo fue una sucesión de momentos sublimes, todos mis anhelos fueron cumplidos en aquella noche eterna, todas mis aberraciones sexuales se hicieron realidad. Nunca, quizás nunca vuelva a tener una experiencia como esta y es por ello que lo que ocurra posteriormente no me importe, solo ver como mi semen inundaba a esa carne joven y temblorosa.
Llego la mañana y con ella mi cerebro despertó a medias del limbo al cual me sumía la bebida. Una imperiosa necesidad de volver a sentirme inmerso en la bruma del alcohol, me hizo saltar a buscar mi botella salvadora y fue entonces que mire mis manos y no logre explicación a lo que vi.: sangre, sangre coagulada; en mis manos, mis brazos, mi ropa, por todas partes.
Mire alrededor mío y vi algo aterrador. Allí, en aquel rincón sucio y maloliente, en mi hábitat natural de aquella construcción semiderruida, estaba el cuerpo de una mujer joven, con la cabeza destrozada por innumerables golpes propinados con una pesada piedra. Su cuerpo desnudo presentaba inmensos moretones como producto de un maltrato sin igual. No podía entender lo que veía, no podía creer como alguien era capaz de realizar tamaña vejación y no tener luego remordimientos. Pero no era yo quien debía juzgar a la gente, mi única meta, mi único objetivo era conseguir esa botella que me devolviera a mi estado habitual, a mi mundo irreal, a volver a soñar fantasías y esperando que sean parecidas a las de anoche.”

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martes, octubre 10, 2006

EL VENDEDOR DE ILUSIONES

EL VENDEDOR DE ILUSIONES

Que mundo utópico, cuantas posibilidades da, cuantas ilusiones crea y que pocas se realizan. Es un luchar constante por alcanzar metas inconcebibles, es en definitiva el vivir una incesante cadena de momentos que nos definen a un futuro incierto, que un solo echo puede cambiar totalmente.
“Siempre me consideré un hombre de suerte, cada vez que me propuse conseguir algo o alguien de una manera u otra lo logré, sin medir esfuerzos ni consecuencias. Fui un triunfador que usaba su carisma y personalidad en beneficio propio y satisfacción personal, sin detenerme a pensar si con ello dañaba a otras personas. Mi afán por lograr bienestar económico y conquistas amorosas me llevaron a usar todo tipo de artilugios y mentiras con tal de satisfacerme. Y lo hice, una y otra vez, con hermosas mujeres, horribles adineradas, jóvenes inexpertas, ancianas desquiciadas; incluso llegué a la perversión de mezclarme en juegos sexuales con hombres invertidos si me redituaba algún beneficio. Todo, todo lo imaginable fue posible en el círculo en que me movía, colmado de placeres comprados, de sentimientos inconfesables, solo medidos con la vara de la ambición y el egoísmo.
Ya a esta altura de mi vida no temía relacionarme con nadie, todo era bueno si me servía y era conocido en el medio como un ser dispuesto a satisfacer apetitos sexuales de personas con necesidad de ello (todo por un precio, por cierto). Pero, siempre hay un pero; en una fiesta conocí a Carmen. Ella con su andar cautivante, su figura espectacular y su rostro angelical afloró en mi un sentimiento que creía enterrado en el pasado. Mi corazón empezó a latir en otra forma y por primera vez dudé de mis convicciones y no me sentí seguro de abordarla. Mi personalidad otrora avasallante de desdibujó y tuve miedo al rechazo de esa diosa real, de carne y hueso, que enfrente mío sonreía mostrando sus tentadores y carnosos labios que me excitaban y a la vez me cohibían
Sabía que ejercía algún tipo de atracción sobre ella, pero no entendía como evitaba que nuestra relación avanzara, se afianzara, siempre logrando escapar a mis propuestas cada vez más inseguras, siempre diluyendo hacia el futuro mis insinuaciones. No soportaba verla tan cerca y tan lejos al mismo tiempo; empecé a descreer de mi mismo y mi férrea voluntad de ayer, hoy no es ni por asomo una débil esperanza. Fue entonces que el milagro se produjo: una tarde fui invitado a conocer una quinta a orillas del lago, propiedad de otro libertino amigo mío. Acepté, esperando con ello olvidar un poco a quien con sus encantos me atormentaba. Pero mi sorpresa fue enorme al llegar y ver que entre sus invitados estaba ella, Carmen; luciendo su bronceado cuerpo al sol, provocando mi envidia al dios febo que la abrazaba en cada centímetro de su piel tersa y suave.
Ella era hermosa, sumamente hermosa, casi un ideal. Sus formas torneadas no podían ser tan perfectas, su piel cobriza lucía tan delicada que una caricia podía rasgarla. La amaba, la deseaba, la anhelaba y tenía que conseguirla. Debía ser mía cueste lo que cueste y eso me propuse. Me acerqué como sobrando la circunstancia y cuando estuve frente a ella dirigí mi mirada a su bello rostro, bajé lentamente la misma sobre su cuerpo deseando cada molécula del mismo; sentí arder dentro mío la sensación de la lujuria y me retuve de no abalanzarme sobre ella y hacerle sentir como ama un hombre en celo como yo.
La miré con apostura y le hablé con liviandad de hechos y cosas cotidianas y triviales. Ante mi asombro, ella respondía cada una de mis palabras, cada vez con mas disposición y ahínco, hasta lograr una consonancia entre nosotros, diría que ideal, mágica, etérea y lo impensado llegó, sin saberlo, de pronto nuestros labios estuvieron tan apretados en besos ardientes que nos lastimamos con terrible dulzura y nuestros cuerpos aferrados en abrazos y caricias inenarrables con pasión propia de quienes ansían momentos sublimes con una devoción total, como nosotros sentimos en nuestro interior durante esa tarde y la posterior noche que una cabaña abrigó, esa sucesión de actos pródigos de amor y de sentimientos de infinita evocación de culto al mismo. Todo fue incesante, contínuo, como si la llama interior que nos abrasaba fuera evolucionando hasta lograr un clímax casi angelical, mezcla de paz espiritual y relajo físico, que conseguimos recién a la madrugada del próximo día, cuando los tenues rayos brillantes comenzaron a descomponerse en colores básicos a través de los cristales.
La continuidad de nuestra relación posterior fue y es una sucesión de vivir realmente adorando cada segundo que apaguemos juntos. Nunca, nunca olvidare los hechos a tu lado vividos, porque aprendí el verdadero amor y sentí que el desear a alguien puede llegar a elevarme fuera del mundo terrenal, como se puede transformar mi metabolismo con una palabra, una caricia o un beso tuyo. Solo tuyo, de la única, la ideal, la irreemplazable.
Pero la vida nos ofrece todo y no siempre gratuitamente…………
Mis malestares comenzaron con simples resfríos o pequeñas gripes que nunca acababan. Se prolongaron con dolores corporales y malestares articulares, seguidos por decaimiento general y molestas diarreas, que llegaron a colmar mi capacidad de soportar e irremediablemente me condujeron a un especialista; algo que en condiciones normales nunca haría, pero era tal el malestar que no tuve alternativa y sucumbí, faltando a mis principios. Por ello consulté al médico esperando que algún antibiótico pusiera fin a mis pesares.
No me es posible describir con palabras, creo que no existe algo que represente la profunda impresión que en mi causo la conclusión del análisis, al cual me sometí rigurosamente y cuya evaluación final, el facultativo, con una seriedad circunspecta, me enunció en esta alocución: “Estimado L., tengo que decirte algo que no es de mi agrado, pues en este corto tiempo que profesionalmente nos unió, he aprendido a estimarte y a valorar tus condiciones personales. Pero soy una persona franca y no puedo ocultarte el motivo que ocasiona tus afecciones y provoca los malestares que padeces. Has contraído, aún no puedo determinar las causas, un virus que gradualmente consume tus defensas y se expande en forma alarmante en tus células. Debo decirte con franqueza que no existe o no conozco, remedio o tratamiento que detenga el proceso infeccioso que se ha instalado en tu sangre. Recomendaría que suprimieras toda actividad sexual, pues el proceso viral es altamente contagioso y esta vía de transmisión es preponderante. Lo lamento, no hay nada que yo pueda hacer para mejorar la situación, solo conozco algunos avances en la materia realizados en U. S. A. y Cuba, pero son incipientes y no quiero alentar falsas expectativas. Lo siento, solo puedo recomendarte un instituto radiológico que puede atenuar tus afecciones, pero el avance de la enfermedad es inevitable.”
Conozco el agente transmisor de mis males, sé quien fue la persona que destruyó mi existencia. Lo sé y por ello reflexiono; Carmen, cuanto te amé, cuanto te desee, cuanto latió mi corazón por tu culpa y como es posible que me condenes en esta forma. Como tu, con tus formas impecables, tu rostro angelical, tu dicción perfecta seas mi verdugo. La persona que a través de su sexo inquietante me conduzca a una muerte irremediable y desesperante.
Aprisiono mi cabeza entre mis manos endurecidas y mis cabellos se desprenden y entonces, recién entonces, cuando mis parpados se cierran apagando el espantoso dolor de mi cuerpo, comprendo el significado. Viví sin respetar, moriré deseando el veneno que me mata.



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lunes, octubre 09, 2006

MI FOTO

No ayuda muho,pero es ilustrativa.
GUILLERMO

domingo, octubre 08, 2006

MI HERMANA CELIA

MI HERMANA CELIA
Quiero aclarar que mi relato no es verdad, esta presente en mi imaginación; mi ardiente y voluptuosa imaginación, producto de desenfrenos y alocadas ilusiones, nunca cumplidas y por ende mas deseadas. Solo en la mente de un loco, de un desprejuiciado, de un perverso, de pueden incubar tales hechos, repito producto solo de un febril deseo; por lo menos eso es lo que creo.
Durante mi infancia siempre fui un niño tímido, temeroso de todo lo que me fuera a suceder, siempre recluido en mi mismo y con todas las limitaciones del que sabiéndose superior, no lo asume como tal y se recluye en un universo propio del cual el solo es parte de la escena. Solo celia, mi hermana carnal, fue y es la única persona con la que comulgo y la que me acompaño en este devenir sin horizontes; brindándome su compañía, su estima y su exquisita comprensión, solo comparable a la abnegada tarea de una misionera.
Todos estos años han formado en mi una persona adulta, física y espiritualmente, pero no han logrado quitarme de la abstracción e mi mundo personal ( el no advertir que alrededor mío nacen y mueren hechos y personas, el no percibir que el sol brilla todos los días y que la luna ilumina tenuemente la oscuridad haciéndola mas placentera, el no sentir como un perfume deleita y nos embriaga o como un color nos impresiona al limite del éxtasis ).
Solo celia, a la cual los años favorecieron en su belleza exterior ha sido mi sostén, mi guía de la cual me ate sin miramientos, dejándome llevar a todos sus caprichos y designios. Ya ni noto en ella su abnegación; si su carácter dominante que asumo y que me envuelve en su tempestuosa forma de ver al mundo y a la sociedad a la cual repele.
Aquella tarde el sol creaba formas fantasmagóricas en el cielo casi rojo, mientras su círculo se hundía tras el arco del horizonte. Habíamos decidido ver la puesta ( mejor dicho fue suya la decisión ) desde el acantilado mas alto, donde el mar se encrespaba lejano, formando montañas de espuma que querían trepar cual moscas por los riscos, para luego, cansadas, caer en forma estrepitosa creando una sinfonía irreal. Subyugaba y ahora en mi instante final lo percibo, como percibí embelesado a Celia, mi hermana, correr por la hierba, dejando que la suave brisa marcara su cuerpo torneado, riendo y gozando de la libertad sin horarios, ni obligaciones y despertando en mi un regocijo visual y una felicidad interior provocada por la sensación de ver disfrutar a la persona que quiero.
Ya cansada de retozar se dejo caer a mi lado; juntos observamos sin mirar como la tarde se despedía hasta el nuevo día. No tengo la noción del tiempo que paso de esta manera, solo salí de mi abstracción cuando el frío de la noche hizo sentir sus finas agujas sobre mi cuerpo. Ella estaba helada y temblaba, a lo cual abrí mis brazos como pétalos y la recogí en ellos y así , arrebujada sobre mí, sentí como poco a poco un tibio halo nos envolvía y recobrábamos el bienestar. Su respiración suave y pausada en un principio, fue cambiando de tono y subiendo en intensidad y agitación; podía sentir como sus latidos se aceleraban y su piel suave se recalentaba entre mi cuerpo. Por un instante nos miramos fijamente, el brillo de sus ojos no era normal; quizás tampoco el mío, sus labios delicados mostraban un rictus casi imperceptible, provocado por una emoción inexplicable. Sentí como una atracción que manaba de su cuerpo, como algo oculto que me atraía más y más a ella. Sus manos comenzaron a recorrer suave y delicadamente mi cuerpo y yo correspondí. Su boca se poso sobre la mía y algo que me quemaba por dentro hizo que la besara con locura, con desesperación. Nuestros cuerpos entrelazados fueron quedando al desnudo y mis dedos sintieron la humedad de su sexo y mi pasión fue desenfreno y mi ardor fue hoguera y ante sus jadeos de deseo irrefrenable, ante sus manos ardientes que me virilizaban al extremo, ante sus piernas que se habrían descubriendo su inquietante sexo; no pude mas y sucumbí, cual animal encarnizado y violento, entonces experimente la mas hermosa sensación – estaba dentro de ella-.
Fueron los minutos mas sublimes, nunca había hecho nada para complacerla y complacerme, pero esto era el paraíso.
Percibí de pronto el aroma de la hierba, el color de la noche, la humedad del aire, todo era distinto y hermoso, todo tenia sentido, no podía dejar escapar este momento, no podía esperar otro igual o mejor ( no lo habría) y cuando su cuerpo se convulsionaba con el mío por el orgasmo fruto solo de pecado, la aprisione con todas mis fuerzas y gire hacia la blanca espuma que nunca se agotaba de intentar subir, sabiendo en lo mas profundo de mi ser que nada, ni nadie, podría separarnos jamás .



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PRESENTACION EN SOCIEDAD

Hoy comienza una etapa de comunicación que espero sea fluida y gratificante. Mi intención final es poner al alcance de quien se interese al igual que yo de la problemática social y las miserias que la sociedad impone. No voy a lograr por mi mismo cambiar estas situaciones, pero a través de mis cuentos pondré a consideración ficciones de la realidad que motivaran nuestros sentimientos y activaran nuestras neuronas, siempre con un fin positivo. Agradezco el medio y estaré siempre dispuesto a recibir y contestar todas las inquietudes y dudas que el tema atañe.
GUILLERMO.