cuentosdeamalgama: EL VENDEDOR DE ILUSIONES

martes, octubre 10, 2006

EL VENDEDOR DE ILUSIONES

EL VENDEDOR DE ILUSIONES

Que mundo utópico, cuantas posibilidades da, cuantas ilusiones crea y que pocas se realizan. Es un luchar constante por alcanzar metas inconcebibles, es en definitiva el vivir una incesante cadena de momentos que nos definen a un futuro incierto, que un solo echo puede cambiar totalmente.
“Siempre me consideré un hombre de suerte, cada vez que me propuse conseguir algo o alguien de una manera u otra lo logré, sin medir esfuerzos ni consecuencias. Fui un triunfador que usaba su carisma y personalidad en beneficio propio y satisfacción personal, sin detenerme a pensar si con ello dañaba a otras personas. Mi afán por lograr bienestar económico y conquistas amorosas me llevaron a usar todo tipo de artilugios y mentiras con tal de satisfacerme. Y lo hice, una y otra vez, con hermosas mujeres, horribles adineradas, jóvenes inexpertas, ancianas desquiciadas; incluso llegué a la perversión de mezclarme en juegos sexuales con hombres invertidos si me redituaba algún beneficio. Todo, todo lo imaginable fue posible en el círculo en que me movía, colmado de placeres comprados, de sentimientos inconfesables, solo medidos con la vara de la ambición y el egoísmo.
Ya a esta altura de mi vida no temía relacionarme con nadie, todo era bueno si me servía y era conocido en el medio como un ser dispuesto a satisfacer apetitos sexuales de personas con necesidad de ello (todo por un precio, por cierto). Pero, siempre hay un pero; en una fiesta conocí a Carmen. Ella con su andar cautivante, su figura espectacular y su rostro angelical afloró en mi un sentimiento que creía enterrado en el pasado. Mi corazón empezó a latir en otra forma y por primera vez dudé de mis convicciones y no me sentí seguro de abordarla. Mi personalidad otrora avasallante de desdibujó y tuve miedo al rechazo de esa diosa real, de carne y hueso, que enfrente mío sonreía mostrando sus tentadores y carnosos labios que me excitaban y a la vez me cohibían
Sabía que ejercía algún tipo de atracción sobre ella, pero no entendía como evitaba que nuestra relación avanzara, se afianzara, siempre logrando escapar a mis propuestas cada vez más inseguras, siempre diluyendo hacia el futuro mis insinuaciones. No soportaba verla tan cerca y tan lejos al mismo tiempo; empecé a descreer de mi mismo y mi férrea voluntad de ayer, hoy no es ni por asomo una débil esperanza. Fue entonces que el milagro se produjo: una tarde fui invitado a conocer una quinta a orillas del lago, propiedad de otro libertino amigo mío. Acepté, esperando con ello olvidar un poco a quien con sus encantos me atormentaba. Pero mi sorpresa fue enorme al llegar y ver que entre sus invitados estaba ella, Carmen; luciendo su bronceado cuerpo al sol, provocando mi envidia al dios febo que la abrazaba en cada centímetro de su piel tersa y suave.
Ella era hermosa, sumamente hermosa, casi un ideal. Sus formas torneadas no podían ser tan perfectas, su piel cobriza lucía tan delicada que una caricia podía rasgarla. La amaba, la deseaba, la anhelaba y tenía que conseguirla. Debía ser mía cueste lo que cueste y eso me propuse. Me acerqué como sobrando la circunstancia y cuando estuve frente a ella dirigí mi mirada a su bello rostro, bajé lentamente la misma sobre su cuerpo deseando cada molécula del mismo; sentí arder dentro mío la sensación de la lujuria y me retuve de no abalanzarme sobre ella y hacerle sentir como ama un hombre en celo como yo.
La miré con apostura y le hablé con liviandad de hechos y cosas cotidianas y triviales. Ante mi asombro, ella respondía cada una de mis palabras, cada vez con mas disposición y ahínco, hasta lograr una consonancia entre nosotros, diría que ideal, mágica, etérea y lo impensado llegó, sin saberlo, de pronto nuestros labios estuvieron tan apretados en besos ardientes que nos lastimamos con terrible dulzura y nuestros cuerpos aferrados en abrazos y caricias inenarrables con pasión propia de quienes ansían momentos sublimes con una devoción total, como nosotros sentimos en nuestro interior durante esa tarde y la posterior noche que una cabaña abrigó, esa sucesión de actos pródigos de amor y de sentimientos de infinita evocación de culto al mismo. Todo fue incesante, contínuo, como si la llama interior que nos abrasaba fuera evolucionando hasta lograr un clímax casi angelical, mezcla de paz espiritual y relajo físico, que conseguimos recién a la madrugada del próximo día, cuando los tenues rayos brillantes comenzaron a descomponerse en colores básicos a través de los cristales.
La continuidad de nuestra relación posterior fue y es una sucesión de vivir realmente adorando cada segundo que apaguemos juntos. Nunca, nunca olvidare los hechos a tu lado vividos, porque aprendí el verdadero amor y sentí que el desear a alguien puede llegar a elevarme fuera del mundo terrenal, como se puede transformar mi metabolismo con una palabra, una caricia o un beso tuyo. Solo tuyo, de la única, la ideal, la irreemplazable.
Pero la vida nos ofrece todo y no siempre gratuitamente…………
Mis malestares comenzaron con simples resfríos o pequeñas gripes que nunca acababan. Se prolongaron con dolores corporales y malestares articulares, seguidos por decaimiento general y molestas diarreas, que llegaron a colmar mi capacidad de soportar e irremediablemente me condujeron a un especialista; algo que en condiciones normales nunca haría, pero era tal el malestar que no tuve alternativa y sucumbí, faltando a mis principios. Por ello consulté al médico esperando que algún antibiótico pusiera fin a mis pesares.
No me es posible describir con palabras, creo que no existe algo que represente la profunda impresión que en mi causo la conclusión del análisis, al cual me sometí rigurosamente y cuya evaluación final, el facultativo, con una seriedad circunspecta, me enunció en esta alocución: “Estimado L., tengo que decirte algo que no es de mi agrado, pues en este corto tiempo que profesionalmente nos unió, he aprendido a estimarte y a valorar tus condiciones personales. Pero soy una persona franca y no puedo ocultarte el motivo que ocasiona tus afecciones y provoca los malestares que padeces. Has contraído, aún no puedo determinar las causas, un virus que gradualmente consume tus defensas y se expande en forma alarmante en tus células. Debo decirte con franqueza que no existe o no conozco, remedio o tratamiento que detenga el proceso infeccioso que se ha instalado en tu sangre. Recomendaría que suprimieras toda actividad sexual, pues el proceso viral es altamente contagioso y esta vía de transmisión es preponderante. Lo lamento, no hay nada que yo pueda hacer para mejorar la situación, solo conozco algunos avances en la materia realizados en U. S. A. y Cuba, pero son incipientes y no quiero alentar falsas expectativas. Lo siento, solo puedo recomendarte un instituto radiológico que puede atenuar tus afecciones, pero el avance de la enfermedad es inevitable.”
Conozco el agente transmisor de mis males, sé quien fue la persona que destruyó mi existencia. Lo sé y por ello reflexiono; Carmen, cuanto te amé, cuanto te desee, cuanto latió mi corazón por tu culpa y como es posible que me condenes en esta forma. Como tu, con tus formas impecables, tu rostro angelical, tu dicción perfecta seas mi verdugo. La persona que a través de su sexo inquietante me conduzca a una muerte irremediable y desesperante.
Aprisiono mi cabeza entre mis manos endurecidas y mis cabellos se desprenden y entonces, recién entonces, cuando mis parpados se cierran apagando el espantoso dolor de mi cuerpo, comprendo el significado. Viví sin respetar, moriré deseando el veneno que me mata.



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